Mi fakebook y yo
El aburrimiento lo lleva a uno por caminos intrincados. Un sabiondo profesor universitario decía que si yo ocupara la quinta parte del tiempo que pierdo haciendo estupideces, tendría un futuro esplendoroso, lleno de éxitos, propiedades, almuerzos ejecutivos y demases. Tal vez tenga razón, pero como aún no comprobamos esa parte, lo cierto es que llevo dos días de romance con un facebook que me negaba a abrir sólo porque me parecía terrible tener dos compromisos on-line de que ocuparme. Ya el blog me parece ridiculamente difícil de actualizar y más encima eso de llenar campos de datos personales es como terrorífico, siempre creo que detrás de todo esto está el diablo o el fbi o la gestapo.
Pero bueno, me entregué, siempre me pasan cosas así: resistencias-entregas, entregas-renuncias. Una política medio rasca, así como la teoría de la aguja hipodérmica, causa efecto y ya.
Por qué teorizo?
De aburrida, punto.
La cosa es que armé por fin el facebook, y para mi sorpresa, el mundo entero está metido en eso, por todas partes aparecen conocidos, desconocidos y reconocidos, el amigo del amigo de otro amigo que una vez te encontraste en alguna playa y q te pilla y te ofrece su ciberamistad. Lo que no entiendo es si la idea es mandarse mensajitos, promocionarse, armar una megafiesta u ofrecer servicios profesionales. Lo que me parece notable es que se pueden ver videos, escuchar música, echar la talla, poner fotos, escribir tonteras, huevear a la gente, y todo desde un solo lugar. Es el monopolio del gastar las horas en socializar de una forma algo fome y atemporal. Hoy respondo mensajes de anoche y seguramente mañana retomaré algunas de las charlas de hoy.
El fracaso del momento lo representa mi incapacidad para entender cómo le dedico a alguien una canción, cosa que encuentro tan linda, como de la radio galaxia, que vuelvan los lentos y el festival de la una.
Esas nostalgias taradas que se me pegan.